Andrea Carabajo Salazar
andrea.carabajo@uartes.edu.ec
El calificativo de isla, de raro y de fenómeno con que se ha conocido al escritor lojano Pablo Palacio, y su obra, ha inquietado en la contemporaneidad. En su tiempo, Palacio fue criticado y despreciado desde el resentimiento y lo anecdótico por, desde un «tono clownesco y una mirada burguesa»[1], escribir y narrar lo considerado antisocial, lo que quedaba fuera de lo generalizado, lo imaginario. Este juzgamiento ocasionó una falta de deseo y esfuerzo por estudiarlo dentro del país. Mas, la oculta, pero presente, sombra de su obra se ha mantenido vigente a lo largo de los años en las librerías y tomos históricos de literatura ecuatoriana. Es así como Siomara España, docente de la Universidad de las Artes, lo encontró y empezó a seguirle el rastro, a recolectar la producción de y en torno a Palacio, que se le había quedado «palpitando en la retina y la memoria como algo entre urgente y fugaz»[2].
El libro Pablo Palacio Poética de lo imaginario fue publicado en 2023 por la editorial Gustavo A. Serrano de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Núcleo de Loja. Es un texto ensayístico que recoge la investigación de su autora, Siomara España, sobre la producción y obra palaciana, con métodos como la biocrítica y el análisis psicocrítico, a partir de un marco teórico que diferencia esta obra de otras de su género. España es poeta, docente, crítica literaria y ensayista. Ha recibido galardones y obtenido reconocimiento a causa de su obra poética, seguida de la ensayística, la que esta investigación enriquece.
Pablo Palacio, Poética de lo imaginario consiste en un gran ensayo que se divide en más de veinte subtítulos que reúnen las temáticas y desglosan los posibles análisis de la obra palaciana. Parte desde la mítica infancia e historia del autor, pasando por las publicaciones, el contexto, que incluye ta su correspondencia, la misma que va develando opiniones respecto a su carrera, entorno y producción literaria, y se culmina con el análisis de obras puntuales del autor lojano, que aportan a la construcción del necesario marco teórico que explica los símbolos compartidos entre la vida del escritor y su obra; de este modo, se supera la cuestión anecdótica que hasta el momento habría primado en estudios anteriores, basados en arquetipos y aspectos de la psicología.
En las primeras cincuenta páginas, de 279 en total, la autora describe la vida y obra de Pablo Palacio: desde su nacimiento hasta las tragedias que lo sacudieron a su corta edad y que habrían venido siendo usadas para pensar y entender su obra: la pérdida de la madre, las 77 heridas que sufrió y la supuesta enfermedad que lo lleva a la muerte. En el libro, España reconstruye la juventud de Palacio entre revistas del siglo XX donde yace su prematura obra: algunos poemas y todos los demás cuentos que se dieron a conocer son compartidos son compartidos con los lectores en un listado de todas las publicaciones palacianas.
Es en esa época de juventud, cuando la conflictiva relación de Palacio con su familia materna hace que se aleje de su ciudad natal, para albergarse en Quito, donde continúa su producción literaria hasta el punto de querer difundirla en el exterior , de la mano de su mayor contacto y amigo en el momento, Benjamín Carrión, para poder recibir críticas.
A partir de recuentos biográficos, en el libro se configura un ensayo con las «Claves del pensamiento palaciano», donde se demuestra cómo el panorama social y político rebosante de realismo social genera crítica y desprecio hacia la obra de Palacio. El realismo social que se producía se consagraba como la única literatura posible y una herramienta de militancia política desde la posición (como integrantes del Partido Comunista Ecuatoriano PCE) que tenían los escritores del momento. Para Palacio, pese a militar activamente en el partido socialista[3], la producción artística no debía responder a las ideas políticas que particularmente defendiera cada uno, especialmente si estas «tomaban las realidades grandes, voluminosas, y callaban las pequeñas realidades que acumuladas constituían una vida»[4].
Basada en el contraste, en lo que se consideraba “anormal”, en aquellas no-realidades, la obra palaciana surgía de la otredad, apuntando los males que la sociedad moderna creaba. Homosexuales, mujeres, enfermos a los que no se les reconocía etnia o raza familiar eran vistos como extraños, extranjeros, como lo ocurrido en Un hombre muerto a puntapiés. La pulsión de su escritura radicaba en las realidades en las que nadie quería pensar, a no ser para considerarlas como otras, como no merecedoras de validez y legitimidad en la sociedad, esas no-realidades a las cuales les negaban su propia existencia.
Hasta ahora, entender el universo palaciano (no desde lo anecdótico) habría derivado en una incomprensión debida a la percepción que arrastraba desde la época del treinta, cuando era percibido como desligado de los compromisos sociales que se exigía a los escritores con la única verdadera causa: el realismo social.
Las obras de Durand, Jung, Freud, por nombrar a los principales, son los cimientos que nos ofrece España para empezar a entender la escritura de Palacio, llena de símbolos, de imágenes mentales que aluden a elementos recurrentes, y de personajes (especialmente los femeninos) por los cuales existe todo un capítulo en el que se trata de conectarlo con la figura materna de la que sabemos que el autor lojano carecía.
Las estructuras antropológicas de lo imaginario propuestas por Gilbert Durand, y eje motor de esta tesis […] han requerido una búsqueda investigativa que va […] desde la propia teoría del imaginario […] que ha logrado abrirse paso hacia conceptos interdisciplinarios relacionados con la antropología y la sociología, pero también han abierto una honda línea hacía la psicología, […] a las profundidades de la psiquis que propone Jung en cuanto […] a los arquetipos, la sombra, el sueño, etc., así como a los efectos traumáticos de la pérdida que presentan algunos personajes de la obra de Pablo Palacio.[5]
Desde la biocrítica, la investigadora Siomara España localizó en varios de los cuentos estudiados símbolos comunes (el agua, la luna, el corazón y el ánima) que dan forma especial a la escritura palaciana. Gracias a las investigaciones y asociaciones adecuadas, se emplearon los tres sistemas de símbolos de Durand (teriomorfos[6], nictomorfos y catamorfos[7]) y se determinó al agua como el principal símbolo recurrente.
Palacio juega con el símbolo del agua y sus múltiples significaciones […] Así mismo, configura otros elementos nictomorfos como la luna, la sangre y el corazón, relacionados estos con la fertilidad del agua y la feminidad, con toda la carga simbólica que proponen los múltiples estudios realizados por Durand, Jung, Cirlot, etc.[8]
Estos elementos simbolizadores fueron detectados en cuentos como El huerfanito, Amor y muerte, El frío y Luz lateral, Sin duda, España no escatima en abordar los pequeños detalles que, juntos, conforman las singularidades de la estética y poética literaria palaciana. El libro culmina con el análisis de detalles notables en torno al tono y escritura de Palacio en sus obras más destacadas como: Un hombre muerto a puntapiés y su relación con el género policial; Débora y la presencia del flâneur; Vida del ahorcado y su polifonía, y, El antropófago y lo monstruoso.
Pensar en Palacio en el presente es sentirse igual que los detractores de su época: salpicados por la inminente sensación de espanto que produce. No obstante, España menciona que «la obra palaciana no surge de la locura, sino de la razón, del pensamiento»[9]
Referencias bibliográficas
Gallegos Lara, Joaquín. “Hechos, ideas y palabras: La vida del ahorcado”. Diario El Telégrafo. 11 de diciembre de 1932.
España, Siomara. Pablo Palacio Poética de lo imaginario. Loja: Gustavo A. Serrano, 2023.
Notas
[1] Joaquín Gallegos Lara, “Hechos, ideas y palabras: La vida del ahorcado”, diario El Telégrafo, 11 de diciembre de 1932.
[2] Siomara España, epígrafe en Pablo Palacio Poética de lo imaginario, (Loja: Gustavo A. Serrano, 2023), 5.
[3] Desde que Palacio llegó a Quito empezó a militar en el Partido Socialista Ecuatoriano, contrario a sus colegas escritores del Grupo de Guayaquil, entre esos Gallegos Lara, que se identificaban con los estandartes del Partido Comunista Ecuatoriano (PCE).
[4] Siomara España, Pablo Palacio…109.
[5] España, Pablo Palacio…, 139.
[6] Los símbolos teriomorfos son representados por seres de la naturaleza como animales simbólicos. En la obra de Palacio son aludidos como árboles, monstruos o seres enajenados en textos como la Vida del ahorcado, El antropófago y La doble y única mujer.
[7] En la obra de Palacio, la simbología nictomórfica y catamórfica se manifiesta a través de imágenes y expresiones que contienen una gran carga simbólica. Por ello los símbolos nictomorfos hallados en su obra son la luz, el agua, el abismo, las ondas, la luna, la sangre, etc.
[8] Siomara España, Pablo Palacio…, 152.
[9] Siomara España, Pablo Palacio…, 42.

Juan Eduardo Lapo Montalvan
14 de enero de 2025 — 16:57
Me encantó la forma en la que se explica tan clara y a la vez tan única, de una o otra dándole esa pizca de lo poético y lo nictomorfo