De extrañeza familiar, la complicidad entre viajantes en Zona de fuga[1] de Maritza Cino Alvear

Joel Isaac Álvarez
joel.alvarezsie@uartes.edu.ec

En octubre, escapé de la oscuridad programada que sofoca Guayaquil para viajar a la provincia del Cañar por fines de lectura y aprendizaje. Como en toda escapada, el viaje suponía hacerse acompañado, aunque hasta ese momento yo desconocía la identidad de mi compañero. Entonces me hallé con el deseo de un lomo entre las manos para acurrucarme las palmas del frío durante las noches cínicamente heladas. Un cuerpo bronceado aleteó de entre mi equipaje para instalarse en la lámpara de mi recámara. Sostuve el lomo con firmeza y abrí el libro in medias res.

Te dije que lo mío era el tiro al blanco, y que no desafiaras mi paciencia[2].

Esta es la resolución de la protagonista de «Blanco», el octavo de una colección de trece relatos de Zona de Fuga. En el cuento, la autora narra la historia entre una estoica maestra de dardos y una contrincante veloz, seducidas mutuamente en una rivalidad añejada por los años. La maestra es desafiada por su opositora a cambiar el objetivo de sus dardos, que es otra manera de referirse a los diálogos matizados por un aliento poético con tendencia a la divagación: un calificativo “imperdonable” en cuentos. Entonces, se le insta a la voz narradora a que abandone sus frecuentes cavilaciones y empiece a hablar — como bien se puede retar a una poeta a narrar.

Zona de fuga (Cadáver Exquisito, 2024), es el segundo libro de narrativa de Maritza Cino Alvear (Guayaquil, 1957), escritora y docente de la Universidad de las Artes, tradicionalmente inscrita a la producción poética. En «Blanco», el binarismo de los géneros literarios convencionales tales como narrativa o poesía es puesto en entredicho y posibilita preguntas al lector en cuanto a la escritura metaforizada del libro: ¿qué sucede con la escritura que no trasgrede los géneros literarios?, ¿es posible ser más poeta que narradora?, ¿es necesario darle muerte al aliento poético para imbuir de claridad la narrativa y así salvarla del peyorativo rasgo de “barroco”?

La voz narradora de «Blanco», dueña de su puntería, responde a las provocaciones con su serenidad característica, pero dispara a matar. Con el desplome de la rival, la autora ha sabido nutrir la narración de este y todos los cuentos en Zona de fuga con un lenguaje genuinamente poético y sugerente; con raigambre en el arte poética, la voz narrativa ha alterado el curso de su escritura para viajar en complicidad. Es seguro decir que la faceta cuentística de Cino Alvear no consigue serle infiel a la poesía: no desprende su escritura del apunte lírico ni por un instante. Sin embargo, como maestra de sus flechas, la autora sorprende con extraños golpes de gracia.

Por ejemplo, en «Humor vítreo» se exploran otras formas de visión en el reino animal. La ecolocalización de los murciélagos y la multiplicidad de los ojos de las moscas; la manera en que estas funcionan como un mecanismo de escáner espacial. «Un par de versos de Pavese sonaron en mi mente:

“vendrá la muerte y tendrá tus ojos… para todos tiene la muerte una mirada” […] en pausa con los vitrales en mis ojos, extenuada y suspendida en el humor gelatinoso de mi nuevo radar»[3].

La mención al escritor italiano Cesare Pavese evidencia que las historias del libro de relatos de Maritza Cino son ricas en estrategias intertextuales: las voces narrativas comparten una afinidad por la lectura de novelas contemporáneas, como la de la embarazada que se fascina por Mosquitos, tanto por los insectos chupasangre como por la novela del escritor estadounidense William Faulkner. También, se cierra el cuento de «Rosetta», la viuda de la mafia, con una referencia a El juguete rabioso, de 1926 —que primero se tituló  La vida puerca —, novela del argentino Roberto Arlt.

Así, Zona de fuga se consolida como una obra lúdica que sobresale como extraña, diferente a un ejercicio aleatorio de escritura que emparente a la fuerza, como puntadas de taxidermia, lo narrativo y lo poético. El trabajo de investigación literaria y ambientación histórica, además del estudio de la biología de las especies, caracterizan n  esta obra como distinta a un objeto, y más cercana a un organismo sensible y seductor. A través del volumen sobrio, setenta páginas en formato bolsillo, se insiste en el devenir de la literatura en condiciones movedizas, una suerte de criatura híbrida de acontecimientos y sugerencias.

Los cuentos de Zona de fuga se concentran en lo cotidiano, aquellos pequeños acontecimientos que, por costumbre o tradición, pasa aleteando desapercibidos. Las protagonistas que surcan los cuentos de este libro son aves de presa, minuciosas observadoras del detalle. Expectantes, contemplan lo mínimo con pupilas que se expanden, afilan y extienden, al igual que la mirada humana cuando captura en el campo de visión aquello que nos emociona. Esa es una doble seducción doblemente sentida por la mirada del lector al encontrarse con las ilustraciones trabajadas por María Mercedes Salgado, ilustradora de estos cuentos y diseñadora de la línea editorial, cuyo trabajo como grafista puede ser rastreado en  su blog[4].

Lejos de ser un trabajo de complementación, las ilustraciones de Salgado acrecientan la experiencia lectora, de tal manera que los trazos ondulados y colores vivos en este libro evocan una atmósfera que contrasta con el estilo lacónico y meditativo de los textos. El arte visual favorece  la imaginación del lector y, además de ayudarle a descifrar las descripciones más próximas a la poetización, los dibujos brindan un apropiado guiño al objeto o animal del que se contará, sin ánimo de spoiler, sino de anticipación que prepara el sobresalto.

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Cuento «Búhos» de Maritza Cino Alvear, acompañado de la ilustración de María Mercedes Salgado.

En este, su segundo libro de relatos, más allá de encerrarse en las diferencias genéricas, Maritza Cino es disruptiva porque propone deliciosos puntos de confluencia entre la narración de historias y el oxímoron transformador de la poesía. Ciertamente, es debido a este pronunciado registro poético que los cuentos en Zona de fuga pueden requerir de relecturas y, así, desplazarse del goce estético a la comprensión y al análisis literario. De ese modo, “volver al texto” es una herramienta de contextualización recomendada por el hispanista y teórico literario Fernando Lázaro Carreter, quien propone el método idóneo para “destripar” un poema[5].

En palabras de su editora, este es un libro extraño. La autora ha urdido una franja para el amor fugaz entre animales y máquinas que nos rodean a diario. Se puede pensar en esa frontera como en el santuario de criaturas, un refugio para las bestias cotidianas que aguijonean la memoria, emparentadas entre sí únicamente por la ternura de los que recuerdan en la oscuridad. Sí, Zona de fuga es un libro extraño porque resulta insólitamente familiar. El fenómeno de ese extrañamiento o la sensación de estar frente a lo que se conoce, pero se siente lejano a la vez, se remite a la teoría literaria del formalismo ruso formulada por el crítico Víktor Shklovski (1983 – 1984), en El arte como artificio[6]. Shklovski explica que solemos desconfigurar lo que vivimos a diario, es decir aquella cotidianidad que nos parece rutinaria y por ello calificamos de prescindible. Se puede pensar en esta colección de relatos como en un refugio que, a través de bestias y máquinas, visualiza  la imaginación como un medio de subsistencia.

Bajo una lectura personal, quiero pensar en el estilo de estos cuentos como se aprecia la anatomía de una flecha, de una contundencia total que atraviesa a los objetivos lectores y los conmociona hacia un estado de oxímoron, como la  nostalgia por el asombro al encontrarse al borde del asiento Zona de fuga economiza el poder de lo insólito del relato breve, una cualidad vital en la producción cuentística, por lo que los latigazos finales que se anticipan pueden tener un impacto dócil.

Por otro lado, el libro converge en territorios inusuales de lenguaje, semántica y técnicas narrativas, cualidades de transgresión que pueden ser atesoradas por quienes se hallen empalagados por la mímesis y la gestión caricaturesca de afectos, presente en cierta  literatura . La crítica puede dilatarse hasta preguntas trilladas, pero de cuestionamiento fundamental: ¿estamos entonces ante un estilo original? Este tomo de cuentos es un compañero, un refugio y un cómplice, aparecido en el viaje por otros libros; con un sentido propio y sardónico del humor, navega por los recuerdos de cartografías mediterráneas y relieves corporales.

Zona de fuga es una obra madura que se enternece con el plumaje de los búhos —aves emisoras de la muerte— y el goce de genialidad poética en la narración: lo que parecía ser un mito ha devenido en máquina fascinante. Fascinante, Maritza.

 

Referencias

Arroyo, Laura. La teoría literaria en la obra de Fernando Lázaro Carreter. Madrid: Universidad Complutense de Madrid, 2014

Cino, Maritza. Zona de fuga. Guayaquil: Cadáver exquisito, 2024

Salgado, María Mercedes https://mmsalgado.blogspot.com/

Shkolvski, Víctor. El arte como artificio. Letopis: Moscú, 1917

 

Notas

[1] Maritza Cino Alvear, Zona de fuga (Guayaquil: Cadáver Exquisito, 2024)

[2] Cino, Zona de fuga, 46.

[3] Cino, Zona de fuga, 51-52.

[4] Salgado, María Mercedes https://mmsalgado.blogspot.com/

[5] Laura Arroyo, La teoría literaria en la obra de Fernando Lázaro Carreter (Madrid: Universidad Complutense de Madrid, 2014)

[6] Víctor Shkolvski, El arte como artificio (Letopis: Moscú, 1917)

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Maritza Cino Alvear. Zona de Fuga. Guayaquil: Cadáver Exquisito, 2024.
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